Dentro de esas sustancias están las denominadas sales de las cuales una de las más conocidas es la sal de cloruro de sodio que el organismo necesita incorporar a dosis adecuadas para mantener constante ese 1% de cloruro de sodio que contiene la sangre, y que son cercanas a los 1.500 miligramos por día, que equivalen a menos de una cucharadita de sal, y que en el caso de los niños se recomienda que no sea mayor a 1.000 miligramos. De todos modos, según la OMS (Organización Mundial de la Salud) recomienda una dosis total de 5 gramos por día, en contraposición a lo que en la actualidad, se usa con valores cercanos a 12 -13 gramos.
Si bien la sal es necesaria para mantener, entre otras funciones, el correcto funcionamiento de los músculos, nervios y la distribución del agua en el cuerpo, cuando la ingesta excede lo recomendado comienzan los efectos indeseables.
El problema actual se basa en un problema un tanto cultural o de costumbre y otro tanto de falta de información necesaria para poder cuidarse correctamente.
Evidentemente, la alimentación tiene mucho que ver, y en donde por un lado abundan los alimentos preparados con sal en exceso para la salud como, por ejemplo, las aceitunas, el maní salado, y algunos quesos, como para nombrar ejemplos fácilmente identificables, debemos sumarle el uso directo del salero para condimentar una comida, y en donde siempre se recomienda salar las comidas una vez finalizada su cocción para un mejor control de las cantidades, tratando de manejarse con moderación.
Por último, está la denominada “sal invisible” que se encuentra en productos que no dejan percibir un gusto salado pero que contienen cantidades notables de sodio, recordando que el problema de la sal es precisamente el sodio, con productos como los “enlatados”, algunos medicamentos, y por sobretodo algunos alimentos que, por contener un cierto sabor dulce, engañan a las papilas gustativas de la lengua y no dejan percibir la presencia de sal de sodio en la preparación, como es el ejemplo de las papas fritas, o ciertas galletas o masitas.
Por otro lado, la genética tiene su rol y las consecuencias podrían ser variables, tal es así que hay personas que se denominan sensibles a la sal, y por lo tanto el efecto nocivo es bastante mayor al producir lesiones microvasculares, sobre todo en los riñones, que luego pueden llegar a perpetuar un estado de hipertensión arterial.
En cuanto a las consecuencias del consumo exagerado de sal de sodio, se encuentra principalmente la de influir enormemente en el desarrollo de la hipertensión arterial, con sus consecuencias, y en el cáncer de estómago.
Es preocupante cómo las estadísticas nos revelan pacientes con hipertensión arterial más jóvenes y concretamente en niños.
Tan importante es este tema que se considera que por cada cucharadita de sal de más que se consuma, se duplica la posibilidad de un accidente cerebrovascular.
Por lo tanto, te recomiendo:
- consumir menos sal en la vida diaria, porque también debemos entender, que sin el agregado de sal de sodio muchos alimentos contienen el sodio suficiente;
- evitar los alimentos ya salados o consumirlos con moderación;
- buscar aderezos alternativos como el limón, vinagre, etc;
- y por último, consumir sales alternativas como son las sales de potasio (recordando que el potasio a la inversa del sodio ayuda a disminuir la presión arterial), y que para evitar el cambio de gusto se puede mezclar en un 50% con una sal común, sin olvidar de cuidarnos en las cantidades finales.
Dr. José A. Nayi
Médico, Especialista en Medicina Interna
Especialista en Cardiología
Master en Medicina Vascular
E-mail: josenayi@hotmail.com
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