lunes, 16 de enero de 2012

Trombosis y embolias

Acerca de trombosis y de embolias


El aparato circulatorio está conformado por una central de bombeo representada por el corazón, y un circuito de distribución representada por las arterias y venas que conducen en su interior la sangre que llega a cada uno de los órganos.

     La sangre mantiene su fluidez debido a:

  • A) La velocidad de bombeo que hace que la circulación evite que la sangre se estanque, y por lo tanto se coagule, (por ejemplo, cuando se rompe una vena la sangre se coagula al estancarse en su salida y de esta manera se evita que el organismo pierda grandes cantidades de sangre);
  • B) Integridad en el interior de las arterias, ya que cuando se torna irregular se desencadenan mecanismos de coagulación, pues el organismo interpreta que algún daño tiene la pared arterial y surgen estos mecanismos de coagulación para “taponar” el problema, (por ejemplo, muchos infartos se producen cuando a partir de una placa de colesterol se desencadenan mecanismos de coagulación que terminan obstruyendo la circulación arterial); y
  • C) Estado de coagulabilidad de la sangre, en donde se sabe que la sangre se encuentra en un permanente equilibrio entre los factores de coagulación / anticoagulación, y que es una condición natural de cada persona; así hay personas que tienen mayor predisposición a coagular su sangre y otras a tener una sangre más anticoagulada. En este punto se debe destacar que, concretamente, hay enfermedades en donde la sangre coagula más de lo normal y son los denominados estados de hipercoagulabilidad, como por ejemplo el síndrome antifosfolipídico (1).



     Se habla de trombo o trombosis a la formación de un coágulo de sangre que tapona en forma parcial o total un vaso sanguíneo (arteria o vena), y de embolia cuando ese coágulo se desprende en forma parcial o total y es arrastrado por la corriente sanguínea hasta que el diámetro de la luz del vaso lo detiene, generando finalmente una obstrucción al flujo.

     Los émbolos arteriales a menudo ocurren en las piernas y en los pies. Algunos pueden ocurrir en el cerebro, produciendo un accidente cerebro-vascular, o el corazón determinando un infarto de miocardio.

     Entre los sitios menos comunes están los riñones, los intestinos y los ojos.

     Uno de los factores de riesgo principales para una embolia arterial es la fibrilación auricular, que consiste en una arritmia que presenta el corazón. Otra afección que plantea un riesgo de embolia (especialmente en el cerebro) es la estenosis mitral (enfermedad de la válvula izquierda del corazón o mitral). La endocarditis (infección del interior del corazón) también puede provocar émbolos arteriales.

     Una fuente común para un émbolo se da a partir de áreas de endurecimiento (ateroesclerosis) en la aorta y otros grandes vasos. Estos coágulos pueden desprenderse y bajar hasta las piernas y los pies. Si una embolia compromete las arterias que llevan el flujo sanguíneo a los pulmones, se denomina émbolo pulmonar.

     Las trombosis en las venas son las más proclives a desencadenar embolias, situación que es más común de lo que se cree, porque en realidad esta situación puede ocurrir sin dar síntomas en su trombosis o en la embolia; pero va asociada a un alto índice de mortalidad cuando la magnitud de la embolia es importante. Esto se da, fundamentalmente, en las trombosis de las piernas cuando desencadenan embolias que terminan concretando una embolia pulmonar.

     En cuanto a la prevención podemos aconsejar:

  • evitar situaciones de deshidratación, sobre todo a partir de los 60 años;
  • realizarse un chequeo médico cardiovascular a los fines de detectar arritmias cardíacas, o soplos en las arterias que pudieran estar indicando la presencia de placas de colesterol;
  • controlar el estado venoso, sobretodo en sedentarios u obesos, a los fines de descartar la presencia de trombosis venosas asintomáticas;
  • un control rutinario de laboratorio para determinar la presencia de niveles de colesterol elevado, o de diabetes, y;
  • de existir sospechas de problemas de coagulación, completar esos análisis con un estudio de coagulación que debe realizar un bioquímico o un médico hematólogo.

     Siempre debemos evitar el sedentarismo, y en donde el grado de actividad física es bajo el paciente deberá ser asesorado por su médico de cabecera para evitar riesgos innecesarios.

     En el caso de las mamás, recuerden que hay estudios que informan que la lactancia  materna ayuda a prevenir el infarto y la posibilidad de trombosis y embolias (reduciendo el riesgo en un 10% cuando la lactancia se mantiene por un año).

     Por último, le dejo una frase para la reflexión de un gran pensador del pasado que decía hace mucho tiempo:

"Si alguien busca la salud, pregúntale si está dispuesto a evitar en el futuro las causas de la enfermedad; en caso contrario, abstente de ayudarle". Sócrates


Dr. José A. Nayi
Médico, Especialista en Medicina Interna
Especialista en Cardiología
Master en Medicina Vascular
E-mail: josenayi@hotmail.com


(1) El síndrome antifosfolípido (o síndrome del anticuerpo antifosfolípido) es un desorden de coagulación, que produce trombosis tanto en las arterias como en las venas. También produce enfermedades relacionadas con el embarazo, como el aborto, parto prematuro, o preeclampsia severa. (Fuente: es.wikipedia.org)



miércoles, 11 de enero de 2012

Qué es el infarto lacunar?

Es conocido que todos los tejidos del organismo requieren de nutrición para su subsistencia, y que ésta llega fundamentalmente a través de la circulación sanguínea.

     Cuando por alguna razón la sangre no llega a esos tejidos se puede producir la muerte de las células configurando el denominado “infarto”; por lo tanto, se desprende de esto que la palabra infarto no es exclusiva del corazón, sino que también es aplicable a otros órganos.

     Cuando el daño ocurre en las células cerebrales (neuronas) se habla de infarto cerebral; en ese contexto el “infarto cerebral lacunar” se debe a infartos pequeños (no más de 20 mm.) y en áreas profundas del cerebro, que se producen por obstrucciones de pequeñas arterias por ateromas (placas de colesterol) o  embolias, que suelen ir acompañadas de síntomas que generan alteraciones en la calidad de vida de los pacientes, pues pueden alterar la motricidad (movimiento), la sensibilidad o la articulación de la palabra.

     Representa el 25% de todos los infartos cerebrales y se da más frecuentemente entre los 55 y 75 años de edad.

     Los factores de riesgo más frecuentemente asociados son la “hipertensión arterial y la diabetes”, aunque recientemente se ha descubierto que casi la cuarta parte de los pacientes con infartos lacunares no eran hipertensos ni diabéticos, observándose que la ateroesclerosis tiene un rol muy importante en su causa, y en donde los trastornos en las grasas de la sangre (colesterol-triglicéridos) y los fenómenos de aumento en la capacidad de coagular de la sangre (estado de hipercoagulabilidad) debido a una sangre que coagula más de lo normal o a estado que predisponen al aumento de la coagulación como el estado de deshidratación (sobretodo en pacientes mayores de 60 años) predispondrían a este tipo de lesiones.

     Por último, la migraña y el uso de anticonceptivos hormonales también podrían influir en su aparición.

     De todo esto se desprende que en un sentido preventivo es necesario controlarse la presión arterial, descartar la presencia de diabetes, y en su caso tenerla lo más controlada posible, controlar y corregir los niveles de colesterol y de triglicéridos, y finalmente en personas con factores de riesgo establecidos,  completar la rutina con un estudio de eco-doppler de vasos del cuello y un ecocardiograma para descartar posibles fuentes embolígenas.


Dr. José A. Nayi
Médico, Especialista en Medicina Interna
Especialista en Cardiología
Master en Medicina Vascular
E-mail: josenayi@hotmail.com