lunes, 9 de julio de 2012

Meningitis

Meningitis


El sistema nervioso central (cerebro-cerebelo-médula espinal) se encuentra recubierto por una membrana o “envoltorio” denominada meninge, cuando ésta se inflama constituye la denominada meningitis.


     Existen variadas causas que condicionan esta inflamación, desde gérmenes como virus, bacterias, hongos, a factores tóxicos o climáticos (insolación).

     Lo cierto es que dada la ubicación, los síntomas que se producen son notorios y es por eso que los pacientes tienen, generalmente, cefalea, que llega a ser intensa, de tipo gravitativo y que no calma con analgésicos comunes, a esto se le suma la presencia de irritabilidad del sistema nervioso central y por eso estas personas sienten una especial sensibilidad a cualquier estimulante externo, y entonces presentan fotofobia o molestia a la luz, malestar a los ruidos o a los movimientos bruscos, con la presencia de distintos grados de alteraciones de la conciencia (desde el estado de somnolencia hasta el coma).


     Además pueden tener vómitos en forma de chorro, sin náuseas, tendencia al aislamiento en oscuridad y a adquirir una típica posición en la de cama de decúbito lateral denominada en la jerga médica como en gatillo de fusil, y cuando la causa es infecciosa aparece la fiebre.


     Esta enfermedad puede aparecer a cualquier edad. El mayor riesgo de enfermar y morir por esta enfermedad radica en los menores de 5 años, remarcando a la vez, que en el caso de niños o neonatos la prevalencia ha cambiado gracias a los planes de vacunación, sobre todo para el germen Haemophilus, lo cual nos hace ponderar el valor de la vacunación.


     Siendo las más afectadas aquellas personas con ciertos déficits inmunológicos (bajas defensas) o por descuidos en el control de enfermedades infecciosas comunes como son las faringitis, las neumonías, las sinusitis, o las otitis.


     El pronóstico depende del diagnóstico y del tratamiento precoz, ya que si éstos no se corresponden en tiempo y forma la mortalidad de esta patología puede ser importante.


     El tratamiento corresponde al profesional médico dependiendo del agente causal y del estado del paciente, lo que sí está claro y es uniforme es que ante este diagnóstico el paciente debe estar internado y requiere de metodologías diagnósticas específicas, como una punción lumbar para certificar el diagnóstico y su causa específica a los fines de realizar un tratamiento correcto.


     Gracias al plan nacional de vacunación ha disminuido su incidencia, como es el caso del haemophilus (dentro de la vacuna cuádruple), y en menor medida del neumococo.


     Por ello, la prevención es fundamental en esta patología, por lo que se recomienda:

  1. Cumplir con el Plan Nacional de Vacunación.
  2. No descuidar las enfermedades infecciosas comunes, como faringitis u otitis, porque pueden ser el punto de partida de una meningitis.
  3. Evitar el hacimiento pues favorece el contagio de enfermedades.
  4. Tener prioridad en una alimentación saludable, no significa abundante o costosa.
  5. Consultar a un profesional médico y no acudir a la automedicación.
  6. Higienizar los utensilios (cubiertos-vasos-platos) con lavandina.


Dr. José A. Nayi
Médico, Especialista en Medicina Interna
Especialista en Cardiología
Master en Medicina Vascular
E-mail: josenayi@hotmail.com


sábado, 5 de mayo de 2012

El frío y el riesgo cardiovascular

El cuerpo humano se caracteriza por ser homeotermo, es decir, tiene mecanismos de control o de autorregulación para tratar de mantener la temperatura corporal dentro de cierta estabilidad o rangos de variación térmica, fuera de los cuales generaría alteraciones en el funcionamiento del organismo.

     Por ejemplo, cuando una persona tiene fiebre, si bien, éste es un mecanismo compensador, cuando sobrepasa ciertos valores comienzan a producirse alteraciones que afectan al sistema nervioso, cardiovascular, y al mismo metabolismo corporal, de modo tal que, a ciertos limites, hasta puede producir convulsiones y muerte.

     Con respecto, al otro extremo, es decir cuando las temperaturas corporales descienden, se produce una serie de cambios adaptativos cuyas consecuencias dependerán de la edad, del estado de nutrición, de patologías pre-existentes y del grado y la velocidad del descenso térmico.

     Tal es así que, ante temperaturas bajas, el corazón aumenta su frecuencia cardíaca (se acelera), la presión arterial aumenta, se produce vasoconstricción (1), y aumenta la agregación plaquetaria (aumenta la posibilidad de trombosis), todos estos factores explican porqué se considera que por cada grado que disminuye la temperatura, aumenta en dos por ciento el riesgo de un infarto, o que en general durante los meses de invierno se incrementa en un 20% el promedio de infartos de miocardios.

     Y si el paciente tiene enfermedades como diabetes, dislipemia (2), o es fumador, probablemente padezca problemas vasculares en los miembros inferiores (obstrucciones) que se vean agravados durante el clima frío.

     En cuanto al aparato respiratorio, las cilias que se encuentran en la nariz y que tienen como función hacer de filtro a las partículas extrañas, y la mucosa que debe calentar el aire que respiramos, se ven alteradas en su eficiencia y nos hace proclives a las inflamaciones del árbol respiratorio y por lo tanto a las infecciones del mismo.

     Pero también es necesario entender, que el aparato respiratorio y cardiovascular trabajan en conjunto, situación que explica por ejemplo la mortalidad y las hospitalizaciones en una neumonía que termina descompensando al corazón por descompensar una insuficiencia cardíaca, una arritmia.

     Es cierto que también se deben contemplar otras situaciones o enfermedades como un ACV, o una enfermedad de Parkinson, o una demencia de Alzheimer, o una artropatía (3), que durante los meses invernales parecen incrementar la inmovilidad o al mayor sedentarismo, que predisponen a las caídas que pueden generar fracturas y arrastran también riesgo cardiovasculares, como la mayor propensión de trombosis y de embolias.

     Por lo que desde el punto de vista de la prevención, es altamente recomendable incrementar la alimentación saludable basada en mayor cantidad de frutas, verduras, y legumbres; no dejar de realizar actividades físicas que probablemente durante las días fríos sean recomendables efectuarlas en lugares cerrados, como un gimnasio, o en su propio hogar en una bicicleta fija, o una cinta deslizante o caminador, por ejemplo; y por último, tratar de controlar las enfermedades cardiovasculares crónicas como la insuficiencia cardíaca, las arritmias, la hipertensión arterial, y los problemas vasculares que fácilmente nos hacen más vulnerables en épocas invernales.

(1) Vasoconstricción: Disminución del calibre de los vasos sanguíneos.
(2) Dislipemia: Las dislipidemias o dislipemias son una serie de diversas condiciones patológicas cuyo único elemento común es una alteración del metabolismo de los lípidos, con su consecuente
alteración de las concentraciones de lípidos y lipoproteínas en la sangre. En algunos países se le conoce como dislipemia, pudiéndose usar ambos términos como sinónimos.
(3) Artropatía: Enfermedad articular.

Fuentes: Gran Diccionario Salvat, Salvat Editores S.A., Barcelona, España, 1992; es.wikipedia.org


Dr. José A. Nayi
Médico, Especialista en Medicina Interna
Especialista en Cardiología
Master en Medicina Vascular
E-mail: josenayi@hotmail.com


lunes, 5 de marzo de 2012

Cómo nos ayudamos a estar sanos?

En principio debemos entender que el estado de salud implica una situación dinámica, en donde el organismo presenta modificaciones ante diferentes factores como el clima, la alimentación, el estrés, la actividad física, la edad, entre muchos otros, los que influyen produciendo cambios en el estado de ánimo, el estado físico, y el funcionamiento de nuestro cuerpo, y para el cual existe un complejo mecanismo de adaptación o resistencia al daño que permanentemente actúa sobre ese preciado equilibrio biológico denominado salud.

     Cuando dicho equilibrio se pierde, porque los mecanismos naturales de defensa son sobrepasados, aparece la situación de enfermedad. Pero también es bueno conocer que cada persona tiene una susceptibilidad especial de tolerancia a las agresiones, por lo que es bueno también conocerse a uno mismo.

     Por ello, es importante -por ejemplo- conocer cuál es nuestra presión arterial promedio, para que luego el profesional médico sepa interpretar mejor los síntomas, sus causas y sus consecuencias. Así, si una persona siempre tuvo presiones arteriales de 110/80 mm/Hg., y de repente se le encuentran cifras de 145/80 mm/Hg., para esa persona ese nivel será elevado; mientras que para otra persona que habitualmente tiene 140/80 mm/Hg,, tener 145/80 mm/Hg. puede no tener significación alguna.

     Lo mismo ocurre con el aparato digestivo (ritmo evacuatorio, por ejemplo), el aparato respiratorio (reacciones exageradas ante determinados alergenos), el sistema nervioso central (equilibrio, temblores, memoria, etc.), el sistema ginecológico (ritmo menstrual en las mujeres, el estado mamario por el autoexamen, el ritmo urinario en el hombre, etc.).

     De esta manera, percibir cualquier cambio en referencia al funcionalismo habitual debe llamarnos la atención y a consultar a un profesional médico, a los fines de determinar qué es lo que realmente está ocurriendo.

     Muchas enfermedades producen síntomas muy sutiles, y la mejor forma de tomarlas a tiempo es con el diagnóstico precoz, por lo que conocernos y prestarle más atención a nuestro organismo termina siendo la mejor manera de ayudar a los profesionales médicos y a conservar nuestra salud.

     Por último, recordar que el llevar a cabo hábitos de vida saludable es la mejor manera de cuidar nuestro cuerpo, por lo que una dieta variada en donde se eviten los excesos de alimentos dañinos, el realizar alguna actividad física, un control periódico y tener un plan de vacunación acorde a la edad y situación de cada uno, hará el resto para mejorar no sólo nuestra longevidad (más años de vida) sino también nuestra calidad de vida, para disfrutar de lo nuestro, de nuestros afectos y de quienes nos rodean.



Dr. José A. Nayi
Médico, Especialista en Medicina Interna
Especialista en Cardiología
Master en Medicina Vascular
E-mail: josenayi@hotmail.com


lunes, 16 de enero de 2012

Trombosis y embolias

Acerca de trombosis y de embolias


El aparato circulatorio está conformado por una central de bombeo representada por el corazón, y un circuito de distribución representada por las arterias y venas que conducen en su interior la sangre que llega a cada uno de los órganos.

     La sangre mantiene su fluidez debido a:

  • A) La velocidad de bombeo que hace que la circulación evite que la sangre se estanque, y por lo tanto se coagule, (por ejemplo, cuando se rompe una vena la sangre se coagula al estancarse en su salida y de esta manera se evita que el organismo pierda grandes cantidades de sangre);
  • B) Integridad en el interior de las arterias, ya que cuando se torna irregular se desencadenan mecanismos de coagulación, pues el organismo interpreta que algún daño tiene la pared arterial y surgen estos mecanismos de coagulación para “taponar” el problema, (por ejemplo, muchos infartos se producen cuando a partir de una placa de colesterol se desencadenan mecanismos de coagulación que terminan obstruyendo la circulación arterial); y
  • C) Estado de coagulabilidad de la sangre, en donde se sabe que la sangre se encuentra en un permanente equilibrio entre los factores de coagulación / anticoagulación, y que es una condición natural de cada persona; así hay personas que tienen mayor predisposición a coagular su sangre y otras a tener una sangre más anticoagulada. En este punto se debe destacar que, concretamente, hay enfermedades en donde la sangre coagula más de lo normal y son los denominados estados de hipercoagulabilidad, como por ejemplo el síndrome antifosfolipídico (1).



     Se habla de trombo o trombosis a la formación de un coágulo de sangre que tapona en forma parcial o total un vaso sanguíneo (arteria o vena), y de embolia cuando ese coágulo se desprende en forma parcial o total y es arrastrado por la corriente sanguínea hasta que el diámetro de la luz del vaso lo detiene, generando finalmente una obstrucción al flujo.

     Los émbolos arteriales a menudo ocurren en las piernas y en los pies. Algunos pueden ocurrir en el cerebro, produciendo un accidente cerebro-vascular, o el corazón determinando un infarto de miocardio.

     Entre los sitios menos comunes están los riñones, los intestinos y los ojos.

     Uno de los factores de riesgo principales para una embolia arterial es la fibrilación auricular, que consiste en una arritmia que presenta el corazón. Otra afección que plantea un riesgo de embolia (especialmente en el cerebro) es la estenosis mitral (enfermedad de la válvula izquierda del corazón o mitral). La endocarditis (infección del interior del corazón) también puede provocar émbolos arteriales.

     Una fuente común para un émbolo se da a partir de áreas de endurecimiento (ateroesclerosis) en la aorta y otros grandes vasos. Estos coágulos pueden desprenderse y bajar hasta las piernas y los pies. Si una embolia compromete las arterias que llevan el flujo sanguíneo a los pulmones, se denomina émbolo pulmonar.

     Las trombosis en las venas son las más proclives a desencadenar embolias, situación que es más común de lo que se cree, porque en realidad esta situación puede ocurrir sin dar síntomas en su trombosis o en la embolia; pero va asociada a un alto índice de mortalidad cuando la magnitud de la embolia es importante. Esto se da, fundamentalmente, en las trombosis de las piernas cuando desencadenan embolias que terminan concretando una embolia pulmonar.

     En cuanto a la prevención podemos aconsejar:

  • evitar situaciones de deshidratación, sobre todo a partir de los 60 años;
  • realizarse un chequeo médico cardiovascular a los fines de detectar arritmias cardíacas, o soplos en las arterias que pudieran estar indicando la presencia de placas de colesterol;
  • controlar el estado venoso, sobretodo en sedentarios u obesos, a los fines de descartar la presencia de trombosis venosas asintomáticas;
  • un control rutinario de laboratorio para determinar la presencia de niveles de colesterol elevado, o de diabetes, y;
  • de existir sospechas de problemas de coagulación, completar esos análisis con un estudio de coagulación que debe realizar un bioquímico o un médico hematólogo.

     Siempre debemos evitar el sedentarismo, y en donde el grado de actividad física es bajo el paciente deberá ser asesorado por su médico de cabecera para evitar riesgos innecesarios.

     En el caso de las mamás, recuerden que hay estudios que informan que la lactancia  materna ayuda a prevenir el infarto y la posibilidad de trombosis y embolias (reduciendo el riesgo en un 10% cuando la lactancia se mantiene por un año).

     Por último, le dejo una frase para la reflexión de un gran pensador del pasado que decía hace mucho tiempo:

"Si alguien busca la salud, pregúntale si está dispuesto a evitar en el futuro las causas de la enfermedad; en caso contrario, abstente de ayudarle". Sócrates


Dr. José A. Nayi
Médico, Especialista en Medicina Interna
Especialista en Cardiología
Master en Medicina Vascular
E-mail: josenayi@hotmail.com


(1) El síndrome antifosfolípido (o síndrome del anticuerpo antifosfolípido) es un desorden de coagulación, que produce trombosis tanto en las arterias como en las venas. También produce enfermedades relacionadas con el embarazo, como el aborto, parto prematuro, o preeclampsia severa. (Fuente: es.wikipedia.org)



miércoles, 11 de enero de 2012

Qué es el infarto lacunar?

Es conocido que todos los tejidos del organismo requieren de nutrición para su subsistencia, y que ésta llega fundamentalmente a través de la circulación sanguínea.

     Cuando por alguna razón la sangre no llega a esos tejidos se puede producir la muerte de las células configurando el denominado “infarto”; por lo tanto, se desprende de esto que la palabra infarto no es exclusiva del corazón, sino que también es aplicable a otros órganos.

     Cuando el daño ocurre en las células cerebrales (neuronas) se habla de infarto cerebral; en ese contexto el “infarto cerebral lacunar” se debe a infartos pequeños (no más de 20 mm.) y en áreas profundas del cerebro, que se producen por obstrucciones de pequeñas arterias por ateromas (placas de colesterol) o  embolias, que suelen ir acompañadas de síntomas que generan alteraciones en la calidad de vida de los pacientes, pues pueden alterar la motricidad (movimiento), la sensibilidad o la articulación de la palabra.

     Representa el 25% de todos los infartos cerebrales y se da más frecuentemente entre los 55 y 75 años de edad.

     Los factores de riesgo más frecuentemente asociados son la “hipertensión arterial y la diabetes”, aunque recientemente se ha descubierto que casi la cuarta parte de los pacientes con infartos lacunares no eran hipertensos ni diabéticos, observándose que la ateroesclerosis tiene un rol muy importante en su causa, y en donde los trastornos en las grasas de la sangre (colesterol-triglicéridos) y los fenómenos de aumento en la capacidad de coagular de la sangre (estado de hipercoagulabilidad) debido a una sangre que coagula más de lo normal o a estado que predisponen al aumento de la coagulación como el estado de deshidratación (sobretodo en pacientes mayores de 60 años) predispondrían a este tipo de lesiones.

     Por último, la migraña y el uso de anticonceptivos hormonales también podrían influir en su aparición.

     De todo esto se desprende que en un sentido preventivo es necesario controlarse la presión arterial, descartar la presencia de diabetes, y en su caso tenerla lo más controlada posible, controlar y corregir los niveles de colesterol y de triglicéridos, y finalmente en personas con factores de riesgo establecidos,  completar la rutina con un estudio de eco-doppler de vasos del cuello y un ecocardiograma para descartar posibles fuentes embolígenas.


Dr. José A. Nayi
Médico, Especialista en Medicina Interna
Especialista en Cardiología
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E-mail: josenayi@hotmail.com