martes, 30 de agosto de 2011

Y la gripe?

Virus tipo A; virus tipo H1N1-H3N2; virus tipo H1N2; virus tipo B.


Si bien estamos en época de contraer gripe, pareciera que el furor preventivo quedó lejos y en el olvido, como cuando un tiempo atrás todos estábamos involucrados en el uso masivo de un barbijo, o del alcohol en las manos, acompañado de campañas publicitarias que nos enseñaban -entre otras cosas- a cómo estornudar o toser.

     Claro, fue en el marco de una pandemia (1) que nos surgió el alerta general, pero pareciera que nos hemos olvidado de esta enfermedad que tiene características muy particulares.

     Para comprender mejor a esta patología debemos recordar que es una enfermedad infecto-contagiosa, de presentación aguda, autolimitada y que es generada por un virus denominado influenza (2).

     Este virus presenta a un tipo A que se caracteriza por ser estacional (predominio en época invernal), y del cual se conocen al tipo H1N1-H3N2 y al subtipo H1N2, con la característica de compartir como reservorio a los animales; de ahí las gripes porcinas o aviar. Y al virus tipo B, que puede generar la infección en cualquier época del año.

     Estos virus presentan la particularidad de padecer cambios o mutaciones que si son “menores” son las responsables de las epidemias (3), y las mutaciones mayores son responsables de las pandemias. Las últimas pandemias fueron en España en el año 1918, luego en Asia en el año 1957, y en el año 1968 en China. La gran contagiosidad de esta enfermedad se debe a la transmisión por vía aérea, por la que a través del estornudo o la tos se esparcen los virus, que al estar en contacto con otra persona lo puede contagiar; sinó el virus puede permanecer en objetos inanimados por un término de 7 a 10 días.

     La capacidad de contagio se adquiere ya dentro del período de incubación (asintomática) que dura de entre 2 a 5 días, con un período de enfermedad de entre 7 a 10 días, que cuando se dá en un paciente inmunodeprimido (diabético o con enfermedad pulmonar crónica) el período puede extenderse hasta en 15 días.

     Es importante también distinguir un resfrío en donde la repercusión sobre la salud es distinta ya que ésta sólo genera una rinitis, estornudos, y tos, con un comienzo más lento y menos duración y afectación general; en cambio en la gripe el comienzo es más abrupto, con fiebre elevada, dolor muscular y articular, cefalea, con faringitis y muchas veces determinando una neumonía o bronquitis y con posibilidad de descompensar otras patologías co-existentes.

     Las complicaciones que determinan probabilidad de muerte, internación, están dadas por la extensión de la enfermedad a una neumonía viral, neumonía bacteriana secundaria, miopatías, miocarditis, pericarditis, encefalitis, síndrome de Guillian – Barré o complicaciones como el Sindrome de Reye, cuando a la gripe se le combina el uso de ácido acetil-salicílico (aspirina) en niños de 4 a 12 años.

     Así, podemos definir a las poblaciones de riesgo:
  • Mayores de 65 años
  • Niños de 6 meses a 6 años
  • Embarazadas
  • Personas con comorbilidades importantes como asma-bronquitis crónica; fumadores; con insuficiencia cardíaca; con enfermedad coronaria; con diabetes; con enfermedades neuromusculares; con insuficiencia renal.

La gripe incrementa en 2,5 veces el riesgo de accidente cerebrovascular, de un infarto de miocardio en 1,8 veces, la posibilidad de bronquitis en un 30%, y la probabilidad de una neumonía en un 38%.

     La probabilidad de una internación se duplica cuando existe alguna co-morbilidad como las antes mencionadas, pero particularmente en los diabéticos el riesgo de internación por descompensación se incrementa seis veces.

     Siempre toda medida preventiva en salud es considerada importante, pero en la gripe y por ser una enfermedad viral en la cual no hay hasta la fecha un tratamiento etiológico, las mediadas preventivas son de vital importancia, y en este sentido nos tenemos que referir a que la higiene de manos, en la manera de toser o estornudar para evitar esparcir el virus, el uso del pañuelo descartable y el aislamiento de una persona con gripe de lugares de gran concurrencia de personas, y el evitar el contacto con personas con otras patologías, son vitales.

     Luego, sin dudas, que la vacunación se convierte en la actualidad en una de las medidas más importantes, puesto que previene en un 40% la posibilidad de gripe en los grupos de riesgo, y de entre un 70% a un 90% en el resto de la población, puesto que su efectividad depende de la edad del paciente y del estado de salud general.

     Pero lo más importante es que la vacunación disminuye la posibilidad de internación en un 30% al 70% y de una neumonía en un 70%, con una reducción de la mortalidad de hasta un 80% en las personas ubicadas en geriátricos. La efectividad de la vacuna comienza a las 2 semanas y dura hasta 12 o 15 meses. Dada la posibilidad de mutación del virus, es recomendable verificar que las vacunas estén actualizadas.


(1) Pandemia: Enfermedad que se extiende a muchos países o que ataca a la mayoría de los habitantes de una población.
(2) Influenza: Gripe.
(3) Epidemia: Enfermedad infecciosa que durante un periodo de tiempo ataca, simultáneamente y en un mismo territorio, a gran número de personas.
(4) Comorbilidad: En medicina, la comorbilidad describe el efecto de una enfermedad o enfermedades en un paciente cuya enfermedad primaria es otra distinta. El término fue acuñado por Alvan R. Fenstein (Philadelphia, EE.UU) en 1970, y se refiere a dos conceptos: La presencia de uno o más trastornos (o enfermedades) además de la enfermedad o trastorno primario, y al efecto de éstos trastornos o enfermedades adicionales.



Dr. José A. Nayi
Médico, Especialista en Medicina Interna
Especialista en Cardiología
Master en Medicina Vascular
E-mail: josenayi@hotmail.com




Carótidas

Las arterias carótidas son dos grandes vasos que se encuentran en el cuello y que suministran sangre al cerebro proveniente.

     Como con cualquier otra arteria del organismo, si existe una enfermedad en la arteria carótida, la arteria se estrecha, generalmente por la arterioesclerosis. Esto es la acumulación de colesterol y otros materiales en una arteria. Si un coágulo de sangre se adhiere a las paredes de las arterias estrechadas, la sangre no puede llegar al cerebro.

     La enfermedad de la arteria carótida no suele causar síntomas, pero existen pruebas que le indican al médico su presencia. Si se conoce que en el organismo hay algún problema arterial, como por ejemplo en las arterias coronarias, se deben investigar estas arterias, considerando la relación estadística entre ambas.

     Sin dudas que el interrogatorio sobre los factores de riesgo para esta patología y un examen físico adecuado, realizado por un profesional médico entrenado, orientaran sobre cómo evaluar a las mismas.

     En este sentido, hoy en día se cuenta con un método de diagnóstico, como es un examen de ultrasonido que muestra qué tan bien está circulando la sangre a través de las arterias carótidas y cuál es el estado de la pared arterial, en busca desde un engrosamiento de su pared hasta la presencia de placas de colesterol, por lo que esta valoración tiene un significado no sólo de diagnóstico, sino también de pronóstico.

     El examen se realiza en un laboratorio vascular y por profesionales correctamente entrenados e idóneos en el tema. El método es indoloro, no requiere preparación previa, y no es necesario inyectar sustancia alguna, a usted sólo se le solicitará que se acueste boca arriba y con la cabeza apoyada, luego el médico le aplicará un gel hidrosoluble sobre la piel, y pasa suavemente sobre el área de las arterias carótidas en el cuello, un dispositivo manual, llamado transductor.



Dr. José A. Nayi
Médico, Especialista en Medicina Interna
Especialista en Cardiología
Master en Medicina Vascular
E-mail: josenayi@hotmail.com




sábado, 27 de agosto de 2011

Sedentarismo

El sedentarismo forma parte de la naturaleza misma del ser humano, y por la calidad biológica de éste, está en constante cambio. Por lo tanto, está transformándose permanentemente. Debemos recordar que el estado de salud implica una situación de continuo cambio o adaptación con el medio ambiente. Por ello, no se puede dejar de mencionar que la actividad física forma parte de uno de los aspectos más importantes en nuestras vidas: cómo y cuánto de actividad física realizamos.

     Sin dudas, que los modos de vida moderna con sus hábitos de tiempos cortos o por la tecnología en nuestras manos, limitan en muchas ocasiones una vida activa físicamente con sus consecuencias en la salud.

     Así, el sedentarismo se convierte en un factor de riesgo mayor e independiente de enfermedad cardiovascular, a tal punto que en pacientes sedentarios el riesgo de enfermedad coronaria es el doble con respecto a los que practican alguna actividad física en forma rutinaria, tal es así que se considera que un gasto calórico de 2.500 calorías disminuye en un 45% la mortalidad cardiovascular.

     Hay una relación entre dosis de actividad física y respuesta, en el sentido que, a mayor actividad física, menor riesgo de enfermedad coronaria, siempre y cuando se respeten los límites determinados por el nivel de entrenamiento, la edad, y el estado de salud general.

     Desde otro punto de vista, también es cierto que la actividad física presenta utilidad en todos los grupos etarios, por lo que la edad no es un impedimento. Es sabido que, en promedio, a partir de los 30 años el cuerpo humano comienza a disminuir su rendimiento físico, y que su aceleración -al margen de su predisposición genética- y el nivel de ejercicio físico, actúan en forma fehaciente a favor de disminuir esa declinación natural.

     Por otro lado, cuando una persona presenta enfermedades, si realiza ejercicios físicos también tendrá sus efectos beneficiosos, siempre que esté guiada por un profesional de la salud, quien sabrá orientar y aconsejar sobre la intensidad, tiempo y precauciones a tomar cuando decida ejercer alguna actividad recreativa con el menor riesgo posible.

     Por ello, es que en la actualidad la actividad física no sólo representa un hábito que actúa como preventivo de enfermedad cardiovascular, sino que también forma parte complementaria de otros tratamientos, de modo tal que hoy a la actividad física se la considera como a un verdadero "fitness" metabólico, ya que disminuye la tasa de obesidad; mejora la acción de la insulina; mejora y estabiliza los niveles de tensión arterial -tanto sistólica como diastólica (máxima y mínima); ayuda a disminuir los niveles de colesterol total, incrementando el nivel del colesterol bueno o HDL; para quienes fuman también ayuda a dejar el hábito del cigarrillo; es un modulador de la función endotelial, que hoy en día se sabe interviene en el mantenimiento del normal funcionamiento vascular; aumenta la densidad capilar (mejora la irrigación); y por último, también tiene claros efecto benéficos sobre el estado de ánimo, convirtiéndose en el mejor anti-estrés y en el peor de los casos ayuda a tolerar mejor cualquier situación de estrés.

     Como conclusión podemos decir que no sólo es altamente recomendable la actividad física como elemento de prevención, sino también como mejorador de otras varias enfermedades. Y no es una cuestión de costos o de equipos especiales, es sólo una cuestión de actitud de querer mantenerse sanos.



Dr. José A. Nayi
Médico, Especialista en Medicina Interna
Especialista en Cardiología
Master en Medicina Vascular
E-mail: josenayi@hotmail.com




jueves, 11 de agosto de 2011

El estrés y la salud


Cuando nos referimos a estados de salud, y basados en el clásico concepto de bienestar biológico, sicológico y social, muchas veces nos olvidamos que existe una verdadera integralidad entre lo que nos ocurre emocionalmente y sus consecuencias biológicas.
     Así, todo cambio emocional influye directamente en el estado funcional de todo nuestro organismo; en ese contexto es que el estrés, que cada vez es más intenso en nuestras vidas cotidianas, pasa a ser un nuevo factor de riesgo para la salud.
     De hecho, en cada Congreso de Medicina el tema estrés abarca un espacio cada vez mayor.
     Podemos, entonces pasar a definir al estrés como a la respuesta fisiológica, sicológica y de comportamiento de una persona que busca adaptarse a presiones internas y externas.
     De todos modos, debemos también aclarar que el estrés forma parte de nuestra naturaleza y es lo que nos permite defendernos de todo tipo de agresiones, desde físicas a sicológicas.
     Por lo tanto, es necesario distinguir el estrés normal o positivo del estrés negativo, determinado por la intensidad exagerada de la agresión o de la reacción, o de su cronicidad en el tiempo.
     El estrés, entonces, puede desencadenar eventos cardiovasculares en pacientes con otros factores de riesgo pre-existentes como la hipertensión arterial o la dislipemia (1) generando un infarto de miocardio o un accidente cerebrovascular, o incentivar el desarrollo de factores de riesgo al estimularse hábitos de vida no saludables como el sedentarismo, el alcohol o el cigarrillo.
     Pero la problemática del estrés no termina aquí, sino que por sí mismo se suceden cambios neuro-hormonales perjudiciales, en donde interviene el eje hipotálamo – hipofisiario – suprarrenal, que libera sustancias que incrementan la frecuencia cardíaca, la tensión arterial, alteran la vasomoción al generar disfunción endotelial, aumenta la agregación plaquetaria, lo que predispone a las trombosis, incremento de la grasa abdominal, alteración de las grasas en la sangre (dislipemia aterogénica), e insulinorresistencia, que incrementa, entre otras situaciones, la posibilidad de desarrollar diabetes, y una disminución del umbral arritmogénico que nos predispone a arritmias de alto riesgo, todos cambios con probables consecuencias de alto riesgo.
     Todos estos cambios fueron estudiados convenientemente al compararse con estudios que habitualmente hacemos los cardiólogos para diagnosticar una enfermedad coronaria, como la ergometría, la cámara gamma, el holter cardíaco, el holter de presión y el ecodoppler cardíaco, en donde se demostró que los pacientes con enfermedad coronaria asintomática tenían cambios isquémicos similares a los pacientes estresados, con la diferencia que, si bien la tensión arterial aumentaba tanto en el estrés como en el ejercicio, durante el estrés la frecuencia cardiaca no aumentaba en forma proporcional al aumento de la tensión arterial.
     En términos generales se dice que las personas con estrés crónico desarrollan un incremento del 54% más de riesgo de eventos cardiovasculares con respecto a quienes no lo poseen.
     Pero no sólo el aparato cardiovascular padece de sus consecuencias, sino que también se generan mayor cantidad de radicales libres que determinan un envejecimiento precoz, aumentan las arrugas en la piel, estimula la caída del cabello, genera trastornos en el sueño, como dificultad para conciliar el sueño, despertares durante la noche, o el despertarse temprano a la mañana, con sensación de permanente agotamiento o de cansancio fácil, inmunodepresión, lo que predispone a procesos infecciosos, trastornos digestivos tanto anorexia como bulimia, y en los casos de las mujeres embarazadas con estrés mayor probabilidad de hijos prematuros y con mayor inmunodepresión, disminución del apetito sexual, trastornos en la memoria, dificultad para concentrarse y últimamente mayor tendencia a la enfermedad de Alzheimer.
     Por último, está demostrado que bajo situaciones de estrés se perturban las relaciones interpersonales y se tiene mayor propensión a la agresividad en cualquiera de sus modalidades, entre otras situaciones nos lleva a ser más trasgresores frente al volante cuando conducimos, incrementando la tasa de accidentes de tránsito por actitudes para acordes en un ambiente de sociedad como el que vivimos.
     Como vemos, el estrés no sólo genera problemas directos en la salud, sino que también genera trastornos que indirectamente nos complican nuestras vidas, por ello y más allá de tomar conciencia y reflexionar de cómo y para qué vivimos, debemos comenzar a tratar de revertir situaciones estresantes o a contrarrestarlas, en donde por ejemplo se sugiere ingerir mucha agua, consumir mayor cantidad de frutas que aporte vitaminas, minerales con efectos antioxidantes, agregar en la dieta mayor cantidad de legumbres y cereales por su aporte en vitaminas, sobre todo las del complejo B, y realizar alguna actividad física que si es recreativa, mejor.

(1) Dislipemia: del griego "dys", indicación de la dificultad, "lipos", grasa y "haima", sangre). Modificación de la tasa de los triglicéridos contenidos en la sangre.




Dr. José A. Nayi
Médico, Especialista en Medicina Interna
Especialista en Cardiología
Master en Medicina Vascular
E-mail: josenayi@hotmail.com