jueves, 11 de agosto de 2011

El estrés y la salud


Cuando nos referimos a estados de salud, y basados en el clásico concepto de bienestar biológico, sicológico y social, muchas veces nos olvidamos que existe una verdadera integralidad entre lo que nos ocurre emocionalmente y sus consecuencias biológicas.
     Así, todo cambio emocional influye directamente en el estado funcional de todo nuestro organismo; en ese contexto es que el estrés, que cada vez es más intenso en nuestras vidas cotidianas, pasa a ser un nuevo factor de riesgo para la salud.
     De hecho, en cada Congreso de Medicina el tema estrés abarca un espacio cada vez mayor.
     Podemos, entonces pasar a definir al estrés como a la respuesta fisiológica, sicológica y de comportamiento de una persona que busca adaptarse a presiones internas y externas.
     De todos modos, debemos también aclarar que el estrés forma parte de nuestra naturaleza y es lo que nos permite defendernos de todo tipo de agresiones, desde físicas a sicológicas.
     Por lo tanto, es necesario distinguir el estrés normal o positivo del estrés negativo, determinado por la intensidad exagerada de la agresión o de la reacción, o de su cronicidad en el tiempo.
     El estrés, entonces, puede desencadenar eventos cardiovasculares en pacientes con otros factores de riesgo pre-existentes como la hipertensión arterial o la dislipemia (1) generando un infarto de miocardio o un accidente cerebrovascular, o incentivar el desarrollo de factores de riesgo al estimularse hábitos de vida no saludables como el sedentarismo, el alcohol o el cigarrillo.
     Pero la problemática del estrés no termina aquí, sino que por sí mismo se suceden cambios neuro-hormonales perjudiciales, en donde interviene el eje hipotálamo – hipofisiario – suprarrenal, que libera sustancias que incrementan la frecuencia cardíaca, la tensión arterial, alteran la vasomoción al generar disfunción endotelial, aumenta la agregación plaquetaria, lo que predispone a las trombosis, incremento de la grasa abdominal, alteración de las grasas en la sangre (dislipemia aterogénica), e insulinorresistencia, que incrementa, entre otras situaciones, la posibilidad de desarrollar diabetes, y una disminución del umbral arritmogénico que nos predispone a arritmias de alto riesgo, todos cambios con probables consecuencias de alto riesgo.
     Todos estos cambios fueron estudiados convenientemente al compararse con estudios que habitualmente hacemos los cardiólogos para diagnosticar una enfermedad coronaria, como la ergometría, la cámara gamma, el holter cardíaco, el holter de presión y el ecodoppler cardíaco, en donde se demostró que los pacientes con enfermedad coronaria asintomática tenían cambios isquémicos similares a los pacientes estresados, con la diferencia que, si bien la tensión arterial aumentaba tanto en el estrés como en el ejercicio, durante el estrés la frecuencia cardiaca no aumentaba en forma proporcional al aumento de la tensión arterial.
     En términos generales se dice que las personas con estrés crónico desarrollan un incremento del 54% más de riesgo de eventos cardiovasculares con respecto a quienes no lo poseen.
     Pero no sólo el aparato cardiovascular padece de sus consecuencias, sino que también se generan mayor cantidad de radicales libres que determinan un envejecimiento precoz, aumentan las arrugas en la piel, estimula la caída del cabello, genera trastornos en el sueño, como dificultad para conciliar el sueño, despertares durante la noche, o el despertarse temprano a la mañana, con sensación de permanente agotamiento o de cansancio fácil, inmunodepresión, lo que predispone a procesos infecciosos, trastornos digestivos tanto anorexia como bulimia, y en los casos de las mujeres embarazadas con estrés mayor probabilidad de hijos prematuros y con mayor inmunodepresión, disminución del apetito sexual, trastornos en la memoria, dificultad para concentrarse y últimamente mayor tendencia a la enfermedad de Alzheimer.
     Por último, está demostrado que bajo situaciones de estrés se perturban las relaciones interpersonales y se tiene mayor propensión a la agresividad en cualquiera de sus modalidades, entre otras situaciones nos lleva a ser más trasgresores frente al volante cuando conducimos, incrementando la tasa de accidentes de tránsito por actitudes para acordes en un ambiente de sociedad como el que vivimos.
     Como vemos, el estrés no sólo genera problemas directos en la salud, sino que también genera trastornos que indirectamente nos complican nuestras vidas, por ello y más allá de tomar conciencia y reflexionar de cómo y para qué vivimos, debemos comenzar a tratar de revertir situaciones estresantes o a contrarrestarlas, en donde por ejemplo se sugiere ingerir mucha agua, consumir mayor cantidad de frutas que aporte vitaminas, minerales con efectos antioxidantes, agregar en la dieta mayor cantidad de legumbres y cereales por su aporte en vitaminas, sobre todo las del complejo B, y realizar alguna actividad física que si es recreativa, mejor.

(1) Dislipemia: del griego "dys", indicación de la dificultad, "lipos", grasa y "haima", sangre). Modificación de la tasa de los triglicéridos contenidos en la sangre.




Dr. José A. Nayi
Médico, Especialista en Medicina Interna
Especialista en Cardiología
Master en Medicina Vascular
E-mail: josenayi@hotmail.com




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